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viernes, 23 de diciembre de 2011
Carta número 19
Ser tu eterna decepción es un largo suplicio con el que me torturas día a día. ¿Es que tu egoísmo no te deja ver más allá de lo que quieres ver? Tu indiferencia que me deja en el suelo sin ganas de dar la siguiente bocanada de aire. No quisiera ver lo que nunca antes había visto.
¿Qué era lo que me mantenía ilusionado y ciego? Probablemente esa ilusión y emoción infantil que todos tenemos. Misma que, desgraciadamente, se va perdiendo poco a poco con los años. Sabes perfectamente que odio la verdad, pero a falta de dosis constantes de mentira y esperanza esta a veces me alcanza y me deja como hoy, perdido.
Ni siquiera quiero gastar palabras con quien no puedo hablar, ni siquiera quiero que mis pocas energías se desperdicien en lo que esta perdido desde hace muchos años. Tu mirada de reproche y el sentimiento juzgador con el que tengo que vivir sabiendo que ni siquiera me conoces de verdad. Sabiendo que no tienes idea de quien soy en realidad.
Tantas palabras que nunca fueron ni serán dichas, tantas acciones que significan tanto y al mismo tiempo tan poco. Ni si quiera te preocupes que yo estaré bien, empezaré una nueva vida, sin ti, si es necesario. Pronto ni siquiera tendrás que verme y probablemente sea lo mejor. Correré kilómetros y subiré incontables montañas si es lo que se necesita para olvidar lo inolvidable, ocultar lo evidente.
Con horas y días tan pesados me has hecho llegar a donde nadie quiere llegar, el momento en que se agota la esperanza. Gracias por todo lo que me has dado, aunque no ha sido suficiente. El sentimiento será recíproco, ya que se que lo que te he dado nunca ha sido, es, ni será suficiente.
Sabes que tengo un grave problema con las miradas, y ver la tristeza dentro de ti cuando me ves me mata y me persigue en noches de penumbra. Ver tu decepción, saber perfectamente que quisieras que fuera otro. Pero más que amarte a ti, me amo a mi mismo. Así que antes de partir me he hecho una promesa. Me hecho una promesa de respeto, fidelidad, compromiso y amor a mi mismo. Eso ni tu ni nadie me lo va a arrebatar. Ya no te serviré más, probablemente esto sea mentira pero no quiere decir que no lo desee. Insisto, no hace falta ni que lo sepas. Así que ya ni mis dedos gastaré en describir lo que los dos negaremos siempre.
Roberto Mora
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