Cuando las aguas del mediterráneo se tornaron moradas pensé
en ti. En tu dulce ausencia, en tus cambios a distancia.
Cuando las aguas tornaron a ese púrpura, pensé en la sal de
tu mirar. En el confort de las cartas que nunca leerás ni sabrás que fueron
escritas pensando en tus faltantes abrazos.
Quisiera nadar en las púrpuras, rojizas y moradas aguas. El
frío me lo impide, me dejaría sin vida (que tentación). Es el mismo caso cuando
pienso en acercarme a tu pecho y escuchar tu corazón. ¿A que bajas temperaturas
tendría que enfrentarme? ¿Lo soportaría?
La armonía del arcoíris de color al atardecer sobre las
tonalidades púrpuras me impide seguir creyendo que podríamos cambiar el
invariable, oscuro y frío azul a un rojo que buscamos día a día.
El morado del mediterráneo se apaga, no hay remedio a esta
situación. El frío nubla mis sentimientos y mi mirada. Reflejos lunares
regresan conciencia a mi razón.
Quisiera el frío de tus mentiras con el falso color de tu
piel. Pero con la fantasía de este lugar podría vivir engañado y no me
importaría. Mantengo protegidos a mis ojos para que no vayan a encontrarse
accidentalmente con tu mirada y se congelen. Suficiente tengo con tus palabras,
que a veces duelen, pero si he de vivir solo con eso podría hacerlo.
¿Dónde ha quedado el pasado y el amor que pensé había
encontrado? Volteo a ver el horizonte y no te veo, solo observo el último
reflejo del agua morada y el infinito mar tornándose a un eterno y negro azul.
M. Kiddo
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