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jueves, 26 de julio de 2012

Cartas de Viajero


Un mes de viaje se pasa un abrir y cerrar de ojos. Pareciera que fuera ayer cuando me emocionaba por ir a lugares que ya soñaba con algún día visitar, ahora me encuentro camino a París en el mismo tren que tomé para llegar a la costa azul francesa hace ya seis meses.

            Todo se ve borroso y claro a la vez,  quisiera poder congelar el mar y la sensación al sumergirme sintiéndome casi en casa. Más de un mes llevo viviendo en hostales, alberges, casas de amigos (también amigos de amigos) y bueno que hasta en casa de hippies me quede! No tenía idea de cómo lo iba a lograr en un principio, la gente que sale poco de casa y de su zona de confort suele creer que viajar es sinónimo de vacacionar, QUE GRAN ERROR! De verdad que tuve días de gran cansancio y de vez en cuando me tenía que tomar un día de descanso para consentirme.

            Francia, Alemania, Austría, Suiza… y la lista seguía creciendo. Preocupaciones por el dinero, ponerte contento por todo lo que ahorras, encabronarte por pagar de más y hasta llorar de desesperación ya al final.

Trenes, aviones, camiones, coches, viejos amigos, nuevos amigos, compañeros, tours, caminatas interminables, corridas, risas, fiestas, cultura y mucho más me ha pasado en tan concentrado tiempo. Las risas, estar acompañado, estar solo, la suerte de viajero y mi clásica mala suerte que me sigue como sombra.

            Me siento rico, un riqueza enorme y que no tiene que ver con oro. Feliz y sabiendo que algún día, mientras tenga pies y energía, regresaré a seguir saciando mi sed que no se apaga. Recuerdo haber dado gracias y rezado en cada una de las cientos de iglesias en las que entré, recuerdo haber platicado con gente de nacionalidades de las que jamás había escuchado, recuerdo haber sonreído, y lo más importante, recuerdo haber jurado el nunca conformarme con una vida que me haga infeliz.

            La cultura en México nos crea y moldea de formas muy particulares. Pero hay tanta gente tan inspiradora afuera, viajeros que se salen con su mochila por un año para dar la vuelta al mundo, historias que te inspiran a nunca dejar de luchar y creer que hay cosas mejores siempre. Las oportunidades no se acaban, solo hay que buscarlas.

            Claro que mis miedos siguen ahí, latentes. Como portando un virus que en cualquier momento se puede desarrollar, me tengo que mantener alerta para dejarlo fuera de mi vida lo más posible. A veces pienso que una vida sin sueños es como una de mis carreras sin meta, no tiene sentido. Así que mientras se cumplen unos se plantean nuevos. Listas, escritos, diarios, fotografías, postales y recuerdos. Pasiones que ya no cargo en mi mochila pero que se me quedaron en el alma.

Nuevas ideas y creatividad son nuevos horizontes que busco para destilar del concentrado heterogéneo que hoy traigo en la cabeza.

Así siguen los días, porque esto aún no acaba. Estoy emocionado por lo que viene, hoy más que nunca. Sigo forzando mis barreras, empujando a todos lados. También me canso y a veces siento que ya no puedo más, soy humano como todos. Pero mi necedad es mi defecto más virtuoso que me hace seguir empujando y jalando aunque tenga callos en las manos (a veces muy literalmente).

¿Qué falta?

La cereza del pastel, el postre, lo más dulce, lo más valioso, un gusto, un placer, un pecado, un sueño, una frustración, una luz, una prueba para mi mismo que pondrá en perspectiva todo… TODO.
Ya me anda por el amanecer el Londres.

Roberto Mora 


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