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domingo, 12 de mayo de 2013

Alebrijes


Alebrijes


Movía sus pequeños brazos hacia el alebrije giratorio sobre su rostro. Recostado, con tan solo unos meses de vida, el pequeño solo piensa en el par de notas que se escuchan a su lado mientras disfruta del suave calor sobre sus dedos. Calor proveniente de los primeros rayos de mañana que entran a través de la ventana.
            Debajo de la ventana del cuarto, de tenue azul y tapiz de globos, se encuentra un pequeño buró blanco. Sobre él, se encuentra una pequeña caja de música en forma de carrusel. Pequeños caballos dorados que giran al tono de dulces notas para el niño.
            El carrusel musical posee un pasado misterioso que se oculta tras un canon en D. Mientras cualquiera escucharía un DO mayor, Gustavo aún escucha las trompetas y redobles  del circo mezclados con colores de bailarinas y acróbatas. Gustavo se encuentra de pie viendo desde el otro lado del cuarto a su hijo jugar, sabiendo que con la última nota del carrusel vendría el momento de actuar.
            Las gitanas habían sido claras en la profecía, la madre del niño moriría al nacer y él sería el único que podría salvar al circo de los tiempos de decadencia que se aproximaban. Ahora que Lucía no estaba, Gustavo sabía que el destino del pequeño sería estar el resto de sus días preso de esa caravana viajera. No podía permitirlo. Habían jurado salir de ese infierno sobre ruedas.
            El bebé aún movía sus pequeños brazos hacia el alebrije sobre su rostro cuando la última nota del carrusel, único recuerdo que conservaría de su madre, sonó. Se extendió un silencio denso que recordaba al entierro de Lucía. Éste fue roto por una risa del pequeño.
Gustavo sabía lo que tenía que hacer.



Roberto Mora 


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