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domingo, 28 de julio de 2013

Monologo: El cuadernito de las preguntas


Versión Completa del Monólogo con el cual concursé en Monterrey en el 2013. 

Amor y paz… ¿Porqué amor y paz? Es difícil esto de estar respondiendo preguntas que te has hecho a lo largo de tantos años. ¿Porqué me encantan los tatuajes? ¿Porqué nos crece pelo? Aún recuerdo la primera pregunta que escribí como a los 6 ¿Porqué es hora de dormir?. Es el primer recuerdo que tengo. Mi mamá solía leerme cuentos todas las noches antes de dormir, normalmente de criaturas mágicas en mundos fantásticos fuera de mi alcance. Claramente esto me despertaba más en lugar de mandarme con Morfeo. Tengo claro en mi memoria a mi madre una noche diciéndome “Ya vete a dormir, es hora de descansar”, apagó las luces y salió del cuarto. Debió ser la primera vez que fruncí el ceño y signos de interrogación nublaron mi mente. Como un reflejo, corrí con mi mirada de niño travieso a sacar un cuadernito que tenía guardado mi mamá debajo de mi cama, y con mis crayolas escribí “¿Porqué es hora de dormir?”. Claro que en ese entonces yo no escribía, así que más bien tengo aquí el dibujo de mi pregunta.

Así es como yo recuerdo el inicio de mis incontables preguntas. En ese entonces no planeaba que se volviera un hábito, pero las dudas me surgían continuamente y sin horario. En esos años debía de tener a mis padres hartos, pero con el tiempo entendí que era mejor guardarme mis preguntas para mi cuadernito. Me cuentan que era un niño inquieto y preguntón, pero ¿Qué no somos todos así?.

Sin duda la inocencia de mis primeros cuestionamientos dan mucho para contar. Teníamos una señora que iba a hacer la limpieza a mi casa un par de veces por semana, era pequeña, morena, regordeta y se hacía llamar “Concha”. Un día corrí y le di una mordida en el glúteo derecho que probablemente nunca olvidará, así como yo no olvidaré la regañiza que me pusieron. Salí corriendo a mi cuadernito y escribí justo aquí ¿Porqué no puedo morder a la concha de chocolate?

            Los años pasaron y definitivamente la adolescencia fue una de la etapas que más me cuesta leer y responder. ¿Cómo dejo de molestar a la chava en la que no dejo de pensar? ¿Es verdad que no existe Santa Clos? ¿Porqué me enojo tan fácil? ¿Qué tiene de malo estar con mi mejor amiga solos en mi cuarto? ¿Porqué mis compañeros no dejan de molestar al “nerd”, “gordo” o “gay” del salón? ¿Porqué las chavas me buscan tanto? No puedo negar que desde pequeño fui muy bien parecido, mis compañeras y amigas me buscaban día y noche, yo no lo soportaba. Al principio, claro, con el tiempo me fue gustando y aprendí todas las técnicas para manejarlas a mi antojo. Aquí lo tengo ¿Porqué las mujeres son tan moldeables?, esa tampoco la he podido responder.

Recuerdo haber escuchado música muy fuerte en esa época, era para no escuchar mis propios pensamientos. Los problemas inician cuando creces y empiezas a escucharte, a explorarte, a dejar de ignorar lo que antes mantenías oculto en el sótano de tu mente. La verdad asusta, ¿cierto?

            ¿Porqué estoy aquí? ¿Qué haré de mi vida? ¿Cuál es el sentido del amor? Y lo que fue más importante para mi en ese momento ¿Qué voy a estudiar? Esos fueron cuestionamientos que me quitaban el sueño a inicios del siglo 21, lloraba y le pedía a Dios que me ayudara a encontrar mi camino cada noche. Descubrí que lo que estudiara era completamente irrelevante para mi futuro y que una de mis mejores decisiones fue la de irme a viajar por el mundo. Cabe aclarar que para mi el mundo era Europa y nunca llegué a conocer ni Guatemala que es país vecino México. Escribí preguntas en Londres, París, Roma y Berlín. Así seguía moviéndome entre grandes ciudades donde encontré la belleza de mi propio reflejo en ojos extranjeros. Con el tiempo aprendes que la belleza se encuentra en los momentos más pequeños e intrascendentes del día a día.

            ¿Qué fue lo que me regresó a México? El miedo que me trajo escribir esta pregunta: ¿Porqué me enamoré de un hombre?

En la década de mis veintes yo probaba de todo, quería experimentar cada cosa que pudiera. Las pedas hasta que saliera el sol, las semanas sin dormir, los ligues en el antro y la experimentación en el mundo del sexo. Aprendí a vivir entre fantasía y realidad en todo momento, me sentía dueño de mis pasos y del mundo. Sabía que mi motor de vida era el amor al arte, a las historias, a las personas y sobre todo, a las mujeres. Pero un día conocí a Joaquín, ese hombre volteó la perspectiva de mi vida, porqué juro que yo pensé que me iba a morir de amor. 

Entre mis mejores amigos teníamos un chiste que nos duró toda la vida, decíamos que teníamos pases VIP en el infierno, terraza privada y barra libre. Pero una cosa es bromearlo y otra es llorar en la regadera cada noche pensando que Dios te condenaría por haber amado a alguien del mismo sexo. Tallarte bajo el agua incontrolablemente tratando de limpiar los pecados que la sociedad te acusa de haber cometido. Repetía una y otra vez en mi mugre cuadernito ¿El amor es mi condena? ¿El amor es mi condena? ¿El amor es mi condena?.

No soportaba México así que me fui a vivir unos años con Joaquín a Berlín un día las cosas ya no funcionaban y sin mayores explicaciones me regresé a México y jamás volví. Nunca le prometí nada a Joaquín, no hay promesas que más duelan que las que sabes que no puedes cumplir. Sabía que era un alma libre y yo ya no era feliz. Terminé casándome con una bella mujer que era diseñadora igual que yo. Su nombre era Isabel, aún recuerdo que así se llamaba también mi novia en el kínder. Soñaba que el amor de mi vida me sorprendería en un parque o un café, pero la verdad es que conocí a Isabel en el trabajo. Tuvimos dos hijos, Pablo y Joaquín. Ella fue el amor de mi vida y no me arrepiento de un solo segundo que pasé a su lado. Pero es curioso como cuando empieza la vida adulta los días empiezan a ser cada vez más parecidos entre ellos. Surgen preguntas como ¿Debería tener otro hijo? ¿Puedo permitirme renunciar a mi trabajo? ¿Qué es el fondo del retiro? ¿Cuáles son los límites del sacrificio por los hijos? ¿He vivido lo suficiente? Mientras sigamos vivos claramente no hemos vivido lo suficiente, cada día es un instante mágico.

            Me fui olvidando de mis sueños y acomodándome cada día más en mi “zona de confort”. Como contemplando un atardecer, la vida se me fue en lo que parecieron segundos. Me reinventé tantas veces y con los años en lugar de comerme al mundo terminé siendo la cena del tiempo. Yo dejé mi cuerpo en una camilla de hospital, con casi 70 años los problemas del corazón no me dejaron vivir más, pero morí sonriendo. Recuerdo la mano de mi esposa sobre mi rostro diciéndome “Ya vete a dormir, es hora de descansar” y mi sonrisa recordando mi primera pregunta ¿Porqué es hora de dormir?.

            Tantas sugestiones y preguntas existen sobre la muerte, que el mundo sepa que no hay nada después de dejar tu cuerpo. Te vuelves como parte de un todo, o un todo parte de ti, aun no estoy seguro. La muerte es un cuarto negro donde nuestra edad favorita se mantiene en un soliloquio por una eternidad. No hay nada después de la muerte más que las preguntas que juré al final de mi vida serían respondidas y algunas no lo fueron. ¿Porqué tenemos miedo? Aquí el tiempo es un purgatorio de recuerdos y de respuestas que ya nunca llegarán. El cuadernito de las preguntas es la condena que me recuerda lo que no debí tener miedo de responder en vida. Cuánto me gustaría que todas las personas supieran cada que al morir no hay nada más que… esto. 



Roberto Antonio Mora López




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