No es que quiera escribirte, simplemente me rehuso a guardarme las palabras. Todo esto empezó porque recordé tres cosas. La primera es como reías al morder suavemente mi labio inferior, lo encontrabas divertido. La segunda es como dormías sobre tu cama mientras yo jugaba con tu cabello derritiéndome por el simple hecho de tenerte cerca. Pero el más fuerte recuerdo que tengo y la razón de mis palabras es... tu respiración.
Estoy bastante seguro que mientras dormíamos juntos liberaste un poco de tu aliento por el simple hecho de que entrara a mi cuerpo, ya que sabías que nunca me dejaría inhalar igual. Y mientras tu respirar se infiltraba por cada bronquio, cada poro y terminal nerviosa de mi cuerpo, yo vibraba a tu lado. Mi cuerpo se revolcaba por la cama que resultamos no dejar en los años que pudimos compartir. Después del éxtasis físico no me quedo más que volverme preso de tu mirada por años. Lo que parecía nunca terminaría, hoy converge en tu ausencia que me sigue desgastando mis pies descalzos.
Probablemente la principal razón que me tiene aquí escribiendo hoy, es la inseguridad. Desde nuestros primeros a últimos días no dejaba de preguntarme si estabas a gusto, si me querías a tu lado o si simplemente contabas los minutos para que me marchara. El problema es que pienso demasiado las cosas, excepto cuando miro dentro de tus ojos... ahí irremediablemente aún me pierdo por horas. Y pensaba muy seguido en decirte que me mintieras, que me mintieras y dijeras que me quieres como yo te quiero a ti. Porque entre nosotros nunca se trató de entender, se trató de asimilar lo que con el tiempo es mejor para cada uno.
Incluso después de tantas farsas, aún me siento inmerso en la fuerza de mis dos primeros amores. Las dos primeras personas que quise con verdadera pureza y cariño. Y si, han sido dos. Ya se que no te interesa, siempre me miraste con amargura cuando piensas que estoy hablando demasiado.
Realmente desearía que nuestros cominos nunca se hubieran cruzado, desearía que no me hubiera sembrado ilusiones, desearía ser diferente, desearía que fueras diferente, desearía que me quisieras o mejor dicho desearía el dejar de quererte.
Pero aquí sigo, desde lejos escribiéndote. Desde lejos recordando que hoy me prometí cambiar de página después del último año en el que succionaste mis últimas energías. Ni siquiera un beso más te quiero dedicar, no vale la pena gastar mis ya cansados labios en tu tornado de emociones. Pero me vuelves a mentir y vuelvo a sucumbir.
No es que quiera escribirte, simplemente me rehuso a guardarme las palabras.
Roberto Mora
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