La idea de que controlamos nuestro destino es una ilusión.
La facilidad con que las personas se van de este mundo para no regresar es incluso más sutil y sencilla que la manera en que cada unos llegamos aquí. No me gusta hablar de muerte, primero que nada por lo delicado del tema y segundo por mi diminuta experiencia en cuanto a la pérdida de seres queridos.
Desde hace unas semanas se me quedó el bonito pensamiento de que cuando perdemos a alguien es porque Dios necesita un ángel más en el cielo, que esa persona ya no necesita vivir en este mundo lleno de demonios. Nosotros nos quedamos aquí atrapados entre pecados, miedos y fantasmas, ellos por razones que no entendemos merecen más. Así que me gusta recordar a las personas que perdemos, como bellos ángeles que debían llegar al cielo antes que nosotros y en un tiempo perfecto que no entenderemos hasta que algún día volvamos a formar parte del todo.
Recordemos a las personas que se van de la manera más bella y pura posible, así es como a ellos les gustaría ser recordados. Claro que el sentimiento al principio es terrible, pero el tiempo (siempre a pasos diferentes) nos enseña que debemos aprender a continuar nuestro camino. Al escribir esto recuerdo lo que para mí es la peor parte al perder a un ser querido, la impotencia. No hay nada que ni nosotros ni nadie pueda hacer para cambiar las decisiones del destino. La impotencia es la peor parte, pero quizás también el espeso jarabe que se necesita para poder levantar el rostro y caminar hacia adelante.
Algo a lo que nunca nos acostumbraremos y que nos perseguirá el resto de nuestras vidas es que tenemos que "move on" más seguido de lo que quisiéramos. Este seguir adelante que nos perseguirá por más que intentemos escondernos, noten que ya no solo estoy hablando de muerte aquí. Tan poco que realmente controlamos del destino, insignificantes juguetes del tiempo y decisiones incontrolables.
Que hoy sea de esos días en los que realmente asientas en tu cabeza la importancia de vivir el día a día. Porque tu y yo sabemos que eso no pasa diariamente. La idea de que controlamos nuestro destino es una ilusión.
Roberto Mora
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